¡Qué lástima que sólo sepa escribir! No sé crear armas nucleares ni coches bomba. No sé manipular una pistola, mucho menos dirigir un misil. Sólo entiendo sobre manchar papel. La pluma es la única arma que he aprendido a empuñar a la hora de vengar las injusticias que veo a diario. Mi campo de batalla se reduce a una hoja de papel.
Por eso escribo, porque la rabia siempre arrastra la impotencia o viseversa. Lo hago porque no me queda otro recurso. Entonces me ensaño contra el papel y escribo sólo por la maldita esquizofrenia de estar en desacuerdo con el sistema. Escribo por decir, por ser o no ser, porque es el único recurso que me asegura la sobre vivencia, la terrible continuidad, la inmortalidad del espíritu. Escribo porque sí, porque no me queda más alternativa, porque me aterra todo.
Es cierto. Todo me aterra: Los misiles, los coches bomba, el calentamiento global, las ideas termo-cefálicas, todo, entonces desparramo tinta. Pero no sólo escribo por rabiótica, sino también por menéutica, por manía, por plagio, por representarme a mí mismo y a lo que no tienen el coraje de hacerlo, por escribir, por monerías, por el maldito vicio de contradecir, porque sí, porque me da la gana.
Para escribir siempre sobran razones, cuando no es por gusto es por disgusto y sino es por lo justo es por lo injusto. Escribir es el legado que me ha dado el azar, nadie podrá rebatírmelo.
Escribo para justificar mi impotencia. La pluma es mi espada. sólo con ella puedo apuñalar el silencio colectivo. Entonces no me queda más que escribir. En los sueños también encuentro razones para escribir, y en la muerte, en todo, hasta en lo indecible. Lo hago porque esa es mi debilidad y mi fortaleza. Tanto escribo porque me gusta como porque me disgusta, para la presión y para la depresión. Escribo porque al hacerlo me siento libre y esta es una condicion invaluable. Escribo porque me da la gana, para perpetuar los recuerdos, para dilapidar papel y tinta, por bagabundería, porque entiendo que es mi trabajo, aunque la sociedad termine timándome.
domingo, 9 de septiembre de 2007
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